Es frecuente que cuando alguien no cumple con lo prometido o con nuestras expectativas, la culpemos por lo acontecido y no queramos perdonarlo. Además, si la persona no se hace responsable de lo ocurrido, probablemente sentiremos que hemos sido víctimas de una injusticia y así justificaremos nuestro resentimiento hacia ella.
Es muy posible que no nos demos cuenta que al estar resentidos nos ponemos en una posición de dependencia y por tanto de «esclavos» de esta persona. El resentimiento nos hace esclavos de la persona a la que culpamos y socava nuestra felicidad y libertad.
Es por esto que al perdonar, se dice, que nos liberamos del otro y por tanto es un acto de liberación personal. Al perdonar nos liberamos de la sutil «cadena» que nos une al otro y así ponemos termino a una situación que nos generaba intranquilidad.
Marisol Navarro